Los espacios de trabajo independientes y colaborativos de coworking no paran de ganar fieles seguidores. Espacios abiertos a diferentes perfiles profesionales, ámbitos distintos y con un denominador común: libertad e innovación. Pero ¿por qué estos espacios deben fomentar la comunidad local? ¿Son beneficiosos para su entorno más cercano?

¿Un espacio donde trabajar en los proyectos de cada uno, pero a la vez cooperar y crear sinergias con otros profesionales? Esta podría ser, de forma muy resumida, la esencia de los coworkings. Unos espacios de trabajo compartidos que hace años que danzan por las principales ciudades del país y que siguen, año tras año, ganando adeptos entre los trabajadores, pero también entre los inversores. Y es que siguen siendo rentables. Según el informe "Flexmark" de Workther, un 82% de estos espacios a escala global son rentables a nivel operativo. 

Entre sus beneficios destacan la libertad, pero también tener a disposición del emprendedor o autónomo todo lo que éste puede necesitar. Y hablamos de la parte más técnica como el acceso a internet, impresoras o servicio de videoconferencia profesional o de la gestión como la recepción de llamadas o clientes, pago de recibos, etc. Y, entre las ventajas menos tangibles: el poder trabajar de manera independiente, pero rodeado de creatividad. Y es que, al compartir espacio, se comparten recursos, metas, obstáculos o ideas. 

Antes de la pandemia, según datos de la Coworking Spain Conference 2019, en España, funcionaban más de 1.500 centros de trabajo cooperativo. Y, a consecuencia de esa flexibilidad que trajo consigo la crisis sanitaria, en 2021 este sector experimentó un importante crecimiento. Según el informe El Estado del Coworking en España 2021-2022, el año pasado esta industria aumentó en un 39%. 

Lola Alcover, secretaria del Consejo General de Coapi de España, apuntaba a principios de 2021 que este tipo de espacios flexibles se van a acabar asentando en nuestra sociedad "como patrones habituales de trabajo". Para ella, son alternativas más que interesantes y deseadas, sobre todo entro los empleados más jóvenes que serán, además, los protagonistas de los nuevos escenarios laborales. 

Estos espacios mixtos donde los profesionales comparten son ideales para empresas incipientes y autónomos independientes. Esta socialización del trabajo es un punto fuerte para las nuevas generaciones que, además, no quieren estar esclavizados ni depender de coche. Vamos, que su visión pública del día a día tiene mucho que ver con esta idea de estas oficinas para compartir.

Autónomos, freelance y emprendedores. Estos son los principales beneficiarios de este planteamiento de trabajo flexible, innovador y que desborda libertad y sinergias. Además, los datos empiezan a demostrar que cada vez más grandes empresas se suman a esta tendencia y están dando el salto a este tipo de espacios. 

Ahora, una vez consolidado su modelo de negocio y sus beneficios, uno de los grandes retos de estos espacios de cotrabajo es generar una comunidad dinámica que, además, favorezca la aparición de nuevos proyectos. Sobre todo si se habla de la comunidad local. Es la base del modelo más sostenible de esta nueva manera de trabajar. 

El coworking social no es más que un planteamiento ideal que pretende generar actividad económica constante, y que además ésta redunde en el territorio más inmediato. Por ejemplo, en el barrio. Un win to win claro y de kilómetro 0. Las ciudades se modernizan, son dinámicas y acunan innovación. Los comercios, las escuelas o los gimnasios ganan nuevos adeptos. 

Interaccionar con el entorno es, para muchos, sinónimo de una economía plural y diversa. Y es tan sencillo como que el espacio de coworking, por ejemplo, llegue a acuerdos con algunos negocios locales para tener ofertas para sus coworkers o que en su lista de proveedores despunten los negocios locales.